¡Mi Bandera Tricolor echó raíces!
Por:
Omar Pérez
omarffm@gmail.com
El
recuerdo de mi infancia de la bandera nacional se remonta a la penca de sábila,
a la herradura y al cuadro del Libertador, tesoros sagrados en mi casa materna.
Mi abuela sacaba el tricolor nacional para
enarbolarlo en el tubo de la “antena de bigotes” que servía como asta
improvisada. Mi casa relucía los días de fiesta nacional del resto de las casas
gracias al imponente movimiento y gran
tamaño de nuestra Bandera. Junto a mi
hermano y dos vecinos nos montábamos en la platabanda para intentar tocar los
F-16 que pasaban casi al ras de nosotros. Los desfiles patrios en el Patio de
Honor de la Academia Militar representan el mejor espectáculo de mi niñez.
Es
poco agradable el recuerdo de la Bandera en mi escuela, por allá a finales de
los años ochenta. Era una odisea conseguir el papel lustrillo para hacer el
facsímil del pabellón criollo que debíamos llevar cada 12 de Marzo. Nunca noté
en la institución educativa la misma mística que observé en mi hogar hacia la Bandera,
a veces se escuchaba el corito “amarillo, azul y rojo la bandera de los
piojos”. También recuerdo la expresión “estoy más limpio que talón de
lavandera”, descubriría más tarde que la
Bandera no tiene talón, pero en fin el significado era el mismo, estábamos
pelando una y parte de la otra. Se notaba la descomposición de nuestra
sociedad, no solo eran piojos los que tenía nuestra bandera sino corruptos de
carne y hueso que obligaron a un pueblo hambriento a salir a las calles para
luego masacrarlo. La Bandera pisoteada por tanto tiempo, Chávez, con el pueblo
y el proyecto bolivariano fue puesta en
su santo lugar.
Vivimos
tiempos de guerra, donde la traición al proyecto está presente. Nicolás Maduro recibió al
pueblo campesino que después de un largo recorrido vino a solidarizarse con la
Revolución Bolivariana y hacerle exigencias legítimas. Sus propuestas,
denuncias y clamores fueron expuestos en cadena nacional. Se emitieron órdenes
concretas que deben cumplirse. La presencia del pueblo productor en las calles
es símbolo de la vitalidad de nuestra revolución. Que no se ha arado en el mar,
sino en tierra fértil. Sigamos su ejemplo.
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